Historia del World of the Warcraft Capitulo 3
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Historia del World of the Warcraft Capitulo 3
KIL´JAEDEN Y EL PACTO DE LAS SOMBRAS
Criptoglifos draenei.
Desde la eternidad de las sombras, en el Torbellino del Vacío,
Kil´jaeden el Embaucador observa con perversa sonrisa un pequeño mundo
que, inocente, flota en el espacio. El astuto demonio está planeando su
silenciosa invasión. Una invasión de las conciencias. Kil'jaeden sabe
que necesita despertar una nueva fuerza que destruya todo a su paso
antes de que la Legión ponga el primer pie sobre el mundo. Igual que
cientos de mundos antes, Draenor sería el siguiente objetivo de la
Legión. Si las razas mortales se veían obligadas a combatir en una nueva
guerra, deberían estar lo suficientemente débiles como para resistir
cuando la verdadera invasión iniciara.
Kil´jaeden había descubierto el pacífico mundo de Draenor, en la gran
inmensidad de la oscuridad más allá. A diferencia de los violentos
métodos de Archimonde y Mannoroth, Kil?jaeden era más sagaz y astuto, y
prefería lograr la conquista de los mundos mediante el engaño. Su método
era sencillo: descubrir las ambiciones y bajos instintos de sus
víctimas, e inflamarlos para su beneficio.
Draenor estaba habitado por varias razas tan distintas como
impresionantes. Los draenei, una raza pacífica, habían desarrollado una
civilización culturalmente más adelantada que el resto, con el
descubrimiento de la agricultura y los rituales mortuorios. La otra
raza, los orcos, creían firmemente en los principios elementales de la
naturaleza, y su cultura se basaba en las enseñanzas del chamanismo, la
cual prodigaba la comunión estrecha con los espíritus de la naturaleza.
Los orcos estaban organizados en clanes, dirigidos por un jefe, que no
es otro que el más fuerte de todos los guerreros, y un chamán, quien
desde su juventud ha sido entrenado y educado por un maestro. Sus
costumbres básicamente se basaban en la cacería y tenían un amplio
sentido del honor.
De las dos razas, Kil'jaeden escogió a los fuertes guerreros orcos
porque sus espíritus simplemente eran más susceptibles al mal y la
corrupción, y porque su biotipo favorecía la brutalidad de la guerra.
Dicen las historias, no podemos a ciencia cierta saberlo, que el demonio
habló al alma de un viejo chamán orco, llamado Ner?zhul, y le prometió
la eternidad y amplios poderes más allá de su imaginación. Ambos
hicieron un pacto de sangre. Bajo la dirección del astuto chamán, el
demonio inflamaría la guerra en el corazón de los clanes orcos. Con el
tiempo, la espiritual raza fue transformada en un pueblo sediento de
sangre. Se construyeron arenas para gladiadores, y los orcos comenzaron
a cazar a los draenei como si fueran animales. Solamente unos pocos
draenei, bajo el mando de uno de sus chamanes, Akama, habían logrado
sobrevivir dentro de algunas cuevas.
Entonces, Kil'jaeden urgió a Ner'zhul y a su pueblo de tomar el ultimo
paso: entregarse enteramente a la muerte y la guerra. Pero el viejo
chamán, sintiendo que su gente sería esclavizada para siempre, resistió
las órdenes del demonio.
Frustrado por la resistencia de Ner'zhul, Kil'jaeden decidió buscar otro
orco que llevara a su pueblo a las manos de la Legión. El persistente
demonio finalmente encontró el discípulo ideal en el ambicioso aprendiz
de Ner´zhul, Gul?dan. Kil'jaeden prometió a Gul'dan poder ilimitado si
le era obediente. El joven orco, sediento de poder, se convirtió en un
bravo estudiante de la magia diabólica, y se transformó en el más
poderoso brujo conocido en la historia. Guiando a otros jóvenes orcos a
olvidar las tradiciones chamanísticas y abrazar las artes mágicas,
Gul´dan les mostró una nuevo tipo de magia a sus hermanos, un terrible
poder que los llevaría a la perdición: la brujería y la nigromancia.
Kil'jaeden, viendo que su trampa sobre los orcos había funcionado, ayudó
a Gul'dan a fundar el Concejo de las Sombras, una secta secreta que
manipulaba a los clanes y extendería el uso de la brujería en todo
Draenor. Mientras más orcos practicaban las artes mágicas de los brujos,
los gentiles campos de Draenor se volvieron negros e infestados. Con el
tiempo, las vastas praderas de que fueron hogar de los orcos por
generaciones, se convirtieron en barro y aceite. Las energías demoníacas
lentamente habían matado al pequeño mundo.
APOGEO DE LA HORDA
Las historias de batallas y victorias siempre son recordadas, y en el
pasado, se han levantado líderes que con cada asalto documentan el
pasado. A pesar de ser líderes en guerra, estos jefes han demostrado
poca acción con las palabras escritas. ?Thok contar interesante
historia. Ellos hicieron caer mi, pero mi bien. Mi encontrar muchas
cosas buenas para comer. Nosotros encontrar villa. Nosotros matarlos y
comer su comida. Thok detenerse ahora. Cabeza duele de escribir?. El
hecho es que yo soy mitad orca, con linaje humano, lo que combinado con
las habilidades y las enseñanzas que he adquirido durante mis viajes, me
ha permitido adquirir este elevado puesto. Como jefe de intérpretes del
Concejo de las Sombras, el deber de preservar los acontecimientos de
nuestra conquista de este mundo y la eventual cruzada en la nueva
tierra, ha caído sobre mis hombros. Yo, Garona, les escribo esta historia?
Nuestras reglas de vida son sencillas: solamente el más fuerte
sobrevive. Una decisiva victoria en batalla eleva al comandante y a sus
guerreros a un lugar de honor y control. Pero mientras más alta la
distinción, más dura la caída. Nuestro destino concerniente a la
dominación sobre estas tierras ha sido ampliamente predicho por los
místicos de los clanes por cientos de años. Muchas eras han pasado bajo
el asalto de nuestras fuerzas, causando dolor y oscuridad a nuestro
paso. Escondiéndonos en bosques o entre las rocas que miran al mar,
nuestros ejércitos han destruido la patética resistencia que nuestros
enemigos pueden ofrecer. Sus tropas mueren con cada asalto y cubren los
campos, porque nosotros no tomamos prisioneros. Usando los poderes de
nuestros brujos y nigromantes, ni siquiera el más poderoso de nuestros
rivales puede permanecer de pie ante nuestro asalto. Uno por uno
nuestros enemigos caen, y nosotros somos más fuertes con cada victoria.
Con el tiempo, subyugando a todo el que se oponga a nuestro poder, y
esclavizando a las razas más débiles para usarlas a nuestro placer,
conquistamos a la naturaleza y las criaturas, para alcanzar el pináculo
de nuestro apogeo.
Sin embargo, los orcos se volvían cada vez más agresivos bajo nuestro
secreto control. Se construyeron masivas arenas donde saciaban sus
deseos guerreros en ensayos de combate a muerte. Durante este periodo,
unos pocos jefes de clanes hablaron en contra de la creciente
depravación de su raza. Uno de estos jefes, Durotan del Clan de los
Lobos de Hielo, advirtió que los orcos se destruirían a si mismos en una
orgía de odio y furia. Sus palabras cayeron en oídos sordos, y jefes más
fuertes como Grom Hellscream del Clan Warsong se elevaron como campeones
de una nueva era de guerra y dominio. Pero las décadas de constantes
luchas entre los clanes han servido para dividir nuestra raza contra
nosotros mismos. Algunas facciones luchan por el dominio de los clanes.
Sus insulsos argumentos se han vuelto un conflicto armado, y han tornado
a los clanes en una guerra interna por la necesidad de destrucción que
consume nuestra sangre. Si no existían tierras que tomar a los enemigos,
entonces tomábamos las de nuestros hermanos.
El único clan que ignoró estos juegos de poder fueron los brujos.
Recluidos en sus torres, ellos decían que un peligro estaba presente.
Aunque a los nigromantes complacían estas batallas fraticidas que
poblaban la tierra y el inframundo con ríos de sangre, los brujos temían
que ningún orco lograra sobrevivir. Ellos se ocupaban de mantener el
delicado balance que mantenía el control de sus poderes y se dedicaban a
trabajar en su magia. Para mantener este equilibrio, las hordas orcas
necesitarían de nuevas batallas contra un enemigo común. Fue durante
este breve periodo en que tuvimos noticia de la existencia de una
pequeña hendidura interdimensional. Muchos años han pasado los brujos
estudiando estos misterios. Son incontables los numerosos ensayos y
pruebas para llegar a la conclusión de que este fenómeno puede funcionar
como un portal si logra ser dominado. Los brujos orcos empezaron a
experimentar en él, haciéndolo cada vez más estable. Eventualmente,
fueron hábiles de crear un pequeño portal, suficientemente grande como
para enviar a uno de sus clanes del otro lado.
Las historias con que estos sujetos regresaron nos tenían casi
convencidos de que la experiencia que habían dejado atrás los había
enloquecido, pero las extrañas y desconocidas plantas que trajeron era
evidencia segura de sus palabras. Esto motivó a la secta a convocar a
los líderes más poderes de los divididos clanes y proponerles un cese de
la guerra por un año. Al final de este tiempo, la secta les prometió el
chance de reunirse para atacar un nuevo mundo.
Al cabo de tres meses, se envió un pequeño destacamento de tropas sobre
el nuevo mundo. Un círculo azul de energía, de la altura de dos orcos y
medio, dibujado delicadamente sobre una colina, fue del agrado de los
jefes de los clanes. Siete guerreros entraron en el portal y volvieron
con reportes detallados de las tierras y las criaturas que encontraron
del otro lado. Conforme los brujos empezaron sus encantamientos para
agrandar el portal, un sonido empezó ? lentamente al principio - a
escucharse como el aullido de un lobo negro durante una noche de una
luna sangrienta. Cuando el sonido era casi insoportable, los guerreros
se colocaron sobre el círculo, ahora vivo con miles de colores brillando
en una danza cósmica?
El saqueo de la villa fue muy simple, es más difícil narrarlo. Un grupo
de extraños e indefensos edificios fue el primer signo de que una
verdadera oposición no sería encontrada. El cielo es luminoso y el sol
de este mundo se eleva sobre las colinas. Es un disco amarillo luminoso
dos veces más brillante que el nuestro, y hace los días extremadamente
calientes. Ser una pequeña rata debe ser mucho más que pertenecer a la
raza que domina este mundo. Pequeños, rosados y con músculos flácidos
son estas criaturas. Los guerreros discuten entre ellos que, si estos
son los defensores de este mundo, la victoria era solamente cosa de
momentos. Saliendo de sus escondites, atacaron la villa y asesinaron
todo lo que encontraron a su paso. Los machos ofrecieron alguna
resistencia, pero las mujeres y los niños fueron fáciles de matar. Sus
casas tenían pocas cosas de valor, pero estaban repletas de grano
fresco, y además mostraron ser excelentes para dar de comer a las
antorchas. Este nuevo mundo, vasto y extenso, con débiles protectores,
probó ser una joya para adherir a la corona de los orcos.
Con el tiempo, hemos aprendido mucho de este nuevo dominio, y de quienes
los habitan. Aunque son difíciles de entender en muchas formas, ellos
han probado tener algunas similitudes con nosotros. Un golpe fuerte en
la cabeza resulta en muerte. Sin comida se extinguen. El dolor les
afecta en la misma forma que a nuestros enemigos, y ha demostrado ser
efectivo para obtener información. El nombre de este lugar es Azeroth, y
sus habitantes son llamados ?humanos?. Con el tiempo, más y más
guerreros han cruzado el portal hacia Azeroth. Algunos han llamado a
tomar el castillo cercano a la villa que destruimos, pero la presencia
de unos seres de piel plateada y metálica llamados ?caballeros? ha
demostrado tener mayor resistencia a nuestros asaltos. Muchos han
llamado a cerrar el portal, mientras que otras facciones pugnaban por
hacer un ataque contra los humanos con todas nuestras fuerzas.
Los clanes orcos estaban listos, pero se necesitaba una última prueba de
lealtad ante nuestros oscuros amos. En secreto, el Concejo de las
Sombras invocó a Mannoroth el Destructor, un poderoso demonio que
encarna la destrucción y la ira. Nuestro gran líder brujo, Gul´dan,
llamó a los jefes de los clanes y los convenció de beber la ira de la
sangre de Mannoroth, con lo que se volverían invencibles. Liderados por
Grom Hellscream, todos los jefes, excepto Durotan, bebieron y se
convirtieron en esclavos de la Legión Ardiente. Con el poder de la ira
de Mannoroth, los jefes extendieron su subyugación a sus hermanos. Han
pasado 15 años desde que esta costosa decisión alteró el curso de
nuestro destino.
Consumidos por la maldición de su nueva sed de sangre, los orcos
descargaron su furia contra todos los que se interpusieron en su camino.
Sintiendo que su tiempo estaba cerca, Gul´dan unió a los clanes
guerreros en una simple e imparable HORDA. Sin embargo, era conocido que
varios jefes lucharían por la supremacía. Dentro de este caos, surgió un
orco que con astucia se ha atraído algunos seguidores. Con carismáticas
manipulaciones y el uso de palabras adecuadas ha hecho su voz más fuerte
conforme el tiempo pasa. Después de deshacerse de sus oponentes, pocos
pueden ofrecer oposición a sus planes, y la ley del Señor de la Guerra
Blackhand el Destructor, líder del clan Blackrock, cayó sobre nuestra
gente. Su crueldad y dominio en la batalla es solo superado por sus
ansias de poder. Ha estudiado que los principios por los que se rigen
las estrategias de los ejércitos humanos pueden ser derrotados. La
culminación de sus planes envuelve la unificación de todos los clanes y
ejércitos orcos, brujos y nigromantes en la eventual destrucción de la
raza humana.
La Horda está lista. Los orcos serán el gran arma de la Legión Ardiente.
La Edad del Caos había llegado finalmente.
EL CONSEJO DE LAS SOMBRAS
Como una fuerza elemental del caos y de la destrucción atravesamos como
rayos las tierras de los Draenei devastando todo lo que nos
encontrábamos al paso. No perdonamos una sola vida. Ningún edificio
quedó en pie. Las únicas muestras de su existencia eran los campos
empapados en sangre en que habían trabajado durante casi cinco mil años
y el olor rancio y acre de las enormes hogueras victoriosas que acabaron
con esos cuerpos jóvenes. Los Draenei eran tan débiles, que apenas
merecían el esfuerzo de nuestra batida. Pero, en el fondo, incluso
victorias tan simples como ésta sirven para poner en su sitio a los
inferiores?
Siempre ha sido así entre los de mi clase. Los poderosos pueden
manipular fácilmente los instintos salvajes y brutales de las masas. El
poder es la verdadera fuerza que dirige la gran máquina destructiva de
la Horda. Aquellos que se creen en posesión de esta fuerza rodean a sus
clanes con estandartes de violencia. Aunque sin un enemigo común,
incluso los líderes de los clanes orcos se vuelven ciegamente unos
contra otros. El hambre de destrucción prevalece entre los locos que
dirigen la Horda; el poder y sólo el poder es lo único que se respeta
sobre todas las cosas.
Yo soy Gul?dan, el más grande de todos los brujos e iniciado en el
séptimo círculo del Concejo Interior de las Sombras. Nadie conoce como
yo la oscura fascinación del poder definitivo.
En lo que se supone mi juventud, estudié las magias orcas con el chamán
tribal de mi clan. Mi talento natural para encauzar las energías
negativas y frías de la infla-dimensión oscura me situó de forma notable
por delante del otros aprendices y sé que incluso Ner?zhul, el más
grande de mis maestros, sintió celos de mí cuando mis habilidades crecieron.
Mis aspiraciones fueron creciendo por encima de las de mis semejantes y
maestros, ya que sabía que su visión estaba limitada por su devoción al
avance de la Horda. A mi no me importaba en absoluto ni la Horda ni sus
insignificantes dirigentes. No me importaba lo más mínimo este mundo que
dominábamos por completo. Tan sólo tenía en mente la oportunidad de
comprender los misterios laberínticos de la Gran oscuridad. Había
comenzado a explorar en secreto las energías mucho más allá de lo que
cualquiera de mis ?tutores? podría comprender jamás. Fue entonces cuando
descubrí la existencia de un inmenso poder: el demonio Kil?jaeden Me
admiraba su furia sin corazón. Presenciar esta energía tan asombrosa era
como ser engullido por un todo. En las fugaces y febriles pesadillas que
me provocó, toqué la esencia de lo que había en el Más Allá. Se formó
dentro de mí un ansia insondable, el deseo de manejar la furia de las
etéreas tormentas y salir ileso del corazón yaciente de los soles.
Bajo la tutela de Kil?jaeden, me di cuenta de lo limitado que había sido
mi entendimiento. Se me revelaron historias inimaginables de antiguas
razas de demonios y dimensiones mágicas esenciales. Comprendí que
existían mundos infinitos, dispersos en la oscuridad más allá del cielo,
mundos hacia los que dirigiría la Horda como sólo alguien de mi talento
podía hacerlo. Aunque permanecí con mi gente en el mundo oscuro y rojo
de los Draenei, pronto aprendí a proyectarme hacia las profundidades de
la infla-dimensión oscura, volviéndome casi loco por el caos susurrante
que contiene. Aunque podía significar mi muerte, me sentía
irresistiblemente atraído a continuar con mi estado hasta que finalmente
desligado de mi existencia corpórea, comprendí los susurros. Fue
entonces cuando hablé por primera vez con los muertos?
La devoción a los ancestros ha sido durante mucho tiempo el corazón de
la religión orca. Casi toda la Horda creía que nuestros ancestros
muertos nos observaban y guiaban desde las profundidades de algún reino
perdido del caos. Yo pensaba que esta noción era sólo un producto del
ritual y no de la realidad. En el interior de la infla-dimensión oscura
descubrí que los espíritus de los muertos permanecían flotando en
vientos astrales entre dos mundos. Entendí que vigilaban en silencio y
por siempre a los clanes con la esperanza de encontrar algún medio de
escape de ese tormento sin vida. Supe entonces que esos espíritus de la
muerte podrían ser una herramienta muy útil para aquél que los sometiese
a su voluntad.
Los años pasaron. Mi aprendizaje bajo Kil?jaeden me permitió convertirme
en un de los brujos más poderosos de los últimos tiempos y era respetado
como líder en la Horda, pero como siempre, empezaron a surgir tensiones
entre los clanes. La destrucción de los Draenei no dejó nada con que
alimentar a la gran bestia de la guerra. Después de siglos de violencia
y guerras, habíamos conquistado finalmente todo nuestro mundo. Sin
ningún enemigo más que aplastar y sin tierras que conquistar, los clanes
cayeron en un estado de total anarquía. Disputas sin importancia entre
los clanes terminaron en batallas en campo abierto y a derramamientos de
sangre masivos. Aquellos líderes que intentaban asumir la posición de
señores eran asesinados por las legiones hambrientas de la despiadada
Horda. Supe que era el momento de reclamar el manto de poder que durante
tanto tiempo se me había negado.
Pronto reuní a los pocos brujos que habían mostrado una chispa de pasión
y habían intentado acabar con las insignificantes peleas entre clanes.
Les enseñé el significado de la muerte, guiándolos en rituales secretos
y enseñándolos a comunicarse con los espíritus de la infla-dimensión
oscura. Aquellos que fueron incapaces de canalizar la energía fueron
destruidos. Tiempo después se forjó un pacto entre los miembros de
nuestro círculo y aquellos espíritus oscuros cuya energía habíamos
aprendido a invocar. Utilizaría mi posición entre los brujos para
moldear los pensamientos de otros mientras que, cubiertos por un velo de
secreto, ellos serían inmunes a los caprichos de las masas sedientas de
sangre. Y fue así como se creo el Consejo de la sombra.
Pocos meses después, el Consejo de la sombra tenía en sus manos todos
los asuntos políticos de importancia dentro de la Horda. No ocurría nada
en la Horda de lo que no estuviésemos al tanto y muchos acontecimientos
tuvieron lugar por designio nuestro, realizados con tal astucia que ni
los líderes de los clanes se daban cuenta de nuestras manipulaciones.
Antes de medio año, habíamos asumido casi todo el control de los asuntos
internos de la Horda. Pero más allá de nuestras secretas maquinaciones
surgía amenazante la silenciosa y ominosa sombra del demonio Kil?jaeden.
Con la intención de ampliar nuestros recursos mágicos abrí una escuela
de disciplinas mágicas que se conoció como Nigromancia. Comenzamos a
entrenar a jóvenes brujos en los misterios arcanos de la vida y la
muerte. De nuevo y con el tiempo, bajo la mirada del demonio Kil?jaeden,
estos nuevos necrólitas adquirieron, tras indagar en las artes oscuras,
el poder para animar y controlar los cuerpos de muertos recientes. Cada
victoria, cada éxito, me conducía a un vacío que no podía llenar. Empecé
a darme cuenta que el Consejo de la sombra sólo servía para mis
propósitos hasta cierto punto y que si quería convertirme en el
verdadero heraldo de nuestro destino necesitaría un poder aún mayor.
LOS MAESTROS DE LAS FUERZAS: MEDIVH Y BLACKHAND
Las cosas iban bien dentro de la Horda. Aunque el Consejo de la sombra
pacificaba los clanes guerreros con la promesa de escapar del mundo de
los muertos, sabía que este nuevo orden, como había ocurrido con la
guerra contra los Draenei, sólo supondría un breve respiro si no
encontrábamos nuevas tierras que conquistar. Mis pensamientos al
respecto fueron interrumpidos una noche a altas horas cuando fui
sorprendido por unos gritos que venían de la Torre de los brujos. Cuando
llegué encontré a muchos aprendices sumidos en un profundo trance, sus
rostros estaban desfigurados por máscaras de dolor. Los brujos, a
quienes interrogué, sólo pudieron decirme que habían sentido una
presencia inexplicable en sus sueños. Regresé a mi fortaleza intrigado
profundamente; fuera lo que fuese, lo que había contactado con los
brujos no había intentado alcanzarme.
Busqué el consejo de Kil?jaeden sobre esta presencia. También él había
sido alcanzado por esta energía, una energía que estaba más allá de
cualquier experiencia que hubiese experimentado antes. Ya fuese porque
la imagen de la fuerza era tan asombrosa que incluso podía asustar a
este peligroso demonio o sólo por mi propia aprensión, me adentré sin
ningún objetivo en la infla-dimensión oscura durante lo que me pareció
una eternidad.
Fue durante este vuelo febril cuando la presencia entró finalmente en
contacto conmigo. Irradiaba una energía impensable, pero carecía del
frío control que ostentaba Kil?jaeden. Mis sentidos parecían haber
dominado el temor que me había rodeado y empecé a razonar y a hacer
cálculos. Sabía que si podía adivinar los deseos de esta fuerza, a pesar
de su poder, podría utilizarla para mis propios fines. La presencia se
presentó como Medivh, un hechicero de un mundo lejano y distante. No nos
comunicamos mediante palabras sino mentalmente. Su mente parecía no
estar atada a nada, pero sus pensamientos se movían tan rápidamente que
era muy difícil aprender nada de él. Sabía que mientras tanto me estaba
probando y cada vez conocía mejor a los orcos y nuestra magia. Nunca
podría aprender de él lo que él de mí, así que rompí pronto el contacto.
Busqué el consejo de Kil?jaeden, pero rehusó a contestar a mis
preguntas. De alguna forma comprendí que había abandonado a sus
discípulos porque estaba asustado del tal Medivh. Empecé a dudar de
nuevo de mis habilidades. ¿Podía yo contener a un ser que podía
intimidar a mi propio maestro? Seguí aventurándome en el interior de la
infla-dimensión oscura durante varias semanas para olvidarme de todos
los acontecimientos que me habían hecho dudar de mí. Entonces, una
noche, Medivh se me apareció en sueños?
Me temes porque no puedes comprenderme. Conoce mi mundo y entenderás tu
miedo. Entonces no me temerás más?
No tenía poder para resistir lo que vino después:
?enormes páramos?
?pantanos oscuros, hirvientes de vida?
?campos interminables de hierba esmeralda?
?bosques de árboles gigantescos?
?tierras agrícolas con ricas cosechas?
?pueblos de gente orgullosa y fuerte?
Las imágenes pasaban una tras otra, demasiado rápidas para poder
comprenderlas. Y entonces? algo. Una imagen rápida despertó un ansia
dentro de mi alma?
?enterrado en las profundidades del océano, en la oscuridad y hecho
pedazos, pero respirando aún?
?todavía con sangre de la misma tierra corriendo por sus venas?
?una antigua energía?
?milenaria y terrible?
Me desperté. Y mi conciencia supo que todo el sueño había sido real.
Medivh me había mostrado las maravillas de su mundo, sabiendo que la
Horda no se quedaría tranquila hasta que ese mundo fuese nuestro?
Me reuní con los miembros del Consejo de la sombra para hablar de las
visiones que había tenido. Aunque se debatió mucho sobre las verdaderas
intenciones de Medivh, informé al Consejo que pronto dispondríamos de
una forma de escapar de nuestro mundo. Buscaría la ayuda de Medivh para
encontrar una forma de llegar a su mundo y entonces subyugaríamos su
raza tal y como habíamos hecho con todas las demás que se habían
interpuesto en nuestro camino. Aunque se había aparecido a muchos brujos
con esas imágenes de un mundo nuevo y fértil acordamos mantener este
enigmático mensaje en secreto. Aquellos brujos que no estaban en el
Consejo y que habían tenido las visiones fueron asesinados, ya que si el
secreto se hacía público antes de que estuviesen listos los
preparativos, la Horda se dividiría. Pasaron semanas sin saber de
Medivh. Mis intentos de contactar con él no dieron resultado. Era como
si hubiese eliminado todo rastro de sí mismo en la infla-dimensión
oscura. Algunos
miembros del Consejo abandonaron toda esperanza en el regreso del hechicero.
Entonces apareció la grieta?
Pasó mucho tiempo antes de que la grieta fuese lo suficientemente grande
como para enviar un gran número de orcos. Los primeros exploradores
regresaron casi locos por completo por lo que habían visto. Estos
primeros fracasos no nos detuvieron, y tras posteriores expediciones
quedó confirmado que el mundo que se abría tras la grieta era similar al
retratado en nuestras visiones. Combinando los poderes de los brujos de
los clanes con los del Consejo de la sombra conseguimos ampliar la
misteriosa grieta hasta crear un portal. Enviamos a numerosos orcos a
esa tierra desconocida a través del portal y se construyó rápidamente un
puesto fronterizo al otro lado. Se encomendó a los exploradores orcos
que inspeccionaran los alrededores.
Los agentes del Consejo de la sombra informaron que los habitantes de
ese mundo se llamaban humanos y que sus tierras se conocían por Azeroth.
Descubrimos que esos humanos eran una raza débil que cultivaban las
tierras y vivían pacíficamente. Temí que no fueran un desafío mayor que
los Draenei, y que no aplacaran el hambre de la máquina de guerra orca
por mucho tiempo. Los líderes de los clanes, fueron dominados
rápidamente por su ansia de sangre y guerra y estuvieron de acuerdo en
que había llegado la hora de dejar este mundo agonizante y reclamar los
dominios de Azeroth.
Mientras el Consejo de la sombra vigilaba de cerca los trabajos de la
Horda, las masas veían a los líderes de sus clanes como grandes
comandantes. Entre ellos sobresalían dos, respetados y temidos todos los
clanes, Cho?gall, ogro del clan Twilight Hammer y miembro del Concejo de
las Sombras, y Kilrogg Ojo Tuerto, del clan del Bleeding Hollow. Se
esperaba que estos poderosos líderes dirigieran a la Horda a una rápida
y salvaje victoria sobre los humanos. Así, mientras la Horda se
trasladaba a Azeroth a través de la grieta, Cho?gall y Kilrogg
comenzaron a planear su estrategia contra la fortaleza humana de Stormwind.
El ataque a Stormwind fue catastrófico. Nuestro ejército, que no
esperaba encontrarse mucha resistencia, atacó precipitadamente la
fortaleza enemiga. Sorprendentemente, los soldados humanos mantuvieron a
raya a nuestras fuerzas. Entonces sus indisciplinados guerreros montaron
vigorosas bestias arrasando a nuestras tropas y forzándolas a retroceder
hasta las ciénagas que había junto al puesto fronterizo, donde estaba el
portal; sólo invocando un manto de niebla de la sombra fueron capaces de
escapar. Esta decisiva y humillante derrota sembró el caos en la Horda.
Cho?gall y Kilrogg se culpaban el uno al otro y los orcos se dividieron
rápidamente en dos bandos, cada uno apoyando a un líder. El Consejo de
la sombra buscó desesperadamente un remedio a la violencia que iba a
desatarse, pero la inestable naturaleza de los orcos hizo difícil apelar
a la razón o a la sabiduría. Me di cuenta de que la Horda necesitaba un
líder fuerte que pudiera unificar los clanes bajo su control y
mantenerlos a raya. Fue entonces cuando oí hablar por primera vez de
Blackhand el Destructor?
Blackhand, líder del joven clan de los Blackrock y guerrero del ejército
de Sythegore, era respetado por la mayoría de los orcos de la Horda y
más importante aún, era extremadamente codicioso, por lo que se le podía
sobornar fácilmente. Con la ayuda del Consejo de la sombra puse al ávido
Blackhand en el trono como Señor de la Guerra, y hay que reconocer que
fue un dictador despiadado que supo ganarse el respeto y el temor de sus
guerreros. Mientras la Horda se recobraba bajo su mando y los demás
líderes consentían ser controlados por él, era yo el que dirigía todo
sobornando y chantajeando a Blackhand.
Con la ascensión de Blackhand a Señor de la Guerra, el orden se restauró
en la Horda y el semblante de Medivh me visitó de nuevo. Parecía
controlar mejor sus poderes, pero no su mente. Medivh me ofreció toda
clase de tesoros y baratijas para que la Horda destruyera el reino de
Azeroth y le convirtiese en jefe de los habitantes que sobreviviesen. Le
aseguré que su mundo sería nuestro en cuanto quisiésemos y que no tenía
nada que pudiese inducir a la Horda a seguir sus indicaciones. Con una
mueca de desprecio en su rostro me mostró la imagen de una antigua tumba
en la que estaba grabado el nombre del Señor de los infiernos, Sargeras.
¡La tumba de Sargeras! ¡El Señor de los infiernos que había instruido a
mi propio mentor, Kil?jaeden, estaba encerrado es ese minúsculo y
patético mundo! El destino me había elegido a mí y había puesto una mano
sobre mi hombro. Kil?jaeden me había dicho que esa tumba perdida
contenía el poder absoluto, el suficiente para que el que pudiese
controlarlo se convirtiese en un semidiós. Medivh me prometió que me
daría la localización de la tumba si la Horda destruía a sus enemigos? Y
empezó la guerra contra el reino de Azeroth.
LA PRIMERA GUERRA DE LA ASCENSION DE LOS ORCOS
Nos quedamos con las tierras de Azeroth y arrasamos a todos los humanos
con los que nos encontramos. Mi asesina privada, la medio orca Garona,
ejecutó al rey Llane, líder de Azeroth, y me trajo su corazón. Aunque la
horda dominaba Azeroth y a los patéticos gusanos que lo defendían, mis
planes se encontraron con grandes impedimentos.
Un pequeño grupo de guerreros humanos había irrumpido en la torre de
Medivh y entablado combate abierto con el loco hechicero. Mientras su
cuerpo estaba siendo atravesado y despedazado por las espadas de
Azeroth, Medivh empezó a transmitir ondas traumáticas por el plano
astral que hicieron añicos con facilidad mis formidables defensas.
Intenté llegar a la mente del hechicero y robarle la localización de la
tumba, pero no pude hacerme con ella. Medivh fue asesinado por los
habitantes de Azeroth en ese momento y, al estar dentro de su mente en
el instante de su muerte temporal, sufrí una sacudida psíquica y entré
en estado catatónico.
Dormí durante semanas como si estuviese muerto, celosamente protegido
por mis brujos fieles. Cuando finalmente me levanté, me informaron de
los cambios que habían tenido lugar en las altas esferas de la Horda.
Blackhand había sido asesinado. Sin mis magias y mi consejo para
ayudarle, Blackhand cayó preso de un ataque sorpresa organizado por uno
de sus generales más poderosos y de su mayor confianza, Orgrim
Doomhammer. Orgrim consolidó rápidamente su poder dentro de la Horda,
justificando el asesinato de Blackhand con falsos testimonios que le
ayudaron a afirmar la incompetencia del Destructor como Señor de la Guerra.
Parecía que los designios del destino me habían asestado un duro golpe.
Orgrim se propuso destapar las maquinaciones internas de la Horda, sin
dejar piedra sin remover. Con el tiempo, sus espías capturaron a mi
sirviente Garona y tras una intensa tortura, reveló agónica la
existencia y localización del Consejo de la sombra. Resultó ser más
débil de lo que esperaba.
Al sospechar que el Consejo de la sombra era una amenaza para el control
de la Horda, Doomhammer dirigió a sus jinetes de lobos en un ataque
sorpresa contra mi fortín cerca de las ruinas de la fortaleza de
Stormwind. El asalto de Orgrim nos cogió desprevenidos, por lo que
mantuvimos alejada a la Horda sólo hasta que duró la magia. Como no
teníamos tiempo de reponer o completar las energías, caímos ante la
furia de Orgrim, que se alzó victorioso. Los supervivientes fueron
tachados de traidores a la Horda y las ejecuciones públicas debilitaron
mucho mi posición, fortaleciendo la suya?
Me llevaron ante Orgrim y me interrogaron largamente sobre mi
participación en el Consejo de la sombra. Como estaba muy debilitado por
la sacudida de la muerte de Medivh y por las energías que había gastado
durante la batalla, me di cuenta de que no podía ni amenazar ni dañar al
Señor de la Guerra. Orgrim me dejó claro que la Horda estaba bajo su
control y que él no era tan fácil de dominar como su antecesor. El
brillo en sus ojos y el acero de su cinto me revelaron sus intenciones,
pero no podía derrotarme tan fácilmente. Mientras levantaba su mano le
recordé que con la muerte de los brujos yo era el último hechicero
verdadero dentro de la Horda. Orgrim, imprudente tras la victoria, pensó
que tal vez podía serle útil y accedió a dejarme con vida, debido a su
magnánima gracia. Me prometí en silencio que un día se llevaría esas
palabras a la tumba.
Aunque sus sospechas hacia mí nunca desaparecieron del todo, logré
convencerle de que los guerreros estaban intentando unirse a los hijos
de Blackhand con la idea de revelarse contra él. Aunque esto era falso,
Orgrim ya sospechaba de Rend y Maim, así que desmanteló a los jinetes de
lobos, enviándolos a diversas secciones de las fuerzas orcas. Para
demostrarle mi ?lealtad? hacia Orgrim y la Horda, le prometí crear una
hueste de jinetes inmortales que le fueran completamente leales. Aunque
Doomhammer no confiaba del todo en mí, la idea lo atrajo lo suficiente y
me permitió recluirme para crear la nueva legión.
Incluso con la ayuda de mis nigromantes, fracasé repetidamente en el
intento de conseguir esa fuerza inmortal. Fallos y debilidades fueron
todo lo que esos subordinados podían ofrecerme hasta que sentí que,
aunque sus espíritus eran poderosos, su carne era débil. Los convoqué en
una gran construcción de madera de hierro y raíces negras donde mediante
magia negra me apoderé de las vidas de cada uno de ellos. En el
sangriento despertar de sus ejecuciones, los nigromantes fueron mi creación
perfecta de sirvientes inmortales.
Utilizando los pocos recursos que aún controlaba dentro de la Horda
conseguí muchos de los cuerpos de los caballeros de Azeroth que llevaban
ya tiempo muertos. En estas formas retorcidas y decadentes instalé la
esencia de los miembros más poderosos del Consejo de la sombra, que
estaban deseando regresar al plano mortal para causar estragos y desatar
el terror una vez más. Proporcioné a cada uno de los jinetes oscuros una
vara enjoyada para que pudieran concentrar mejor los poderes
infraterrenales que esgrimirían. En el interior de esas joyas anidaban
la magia esencial y la nigromancia de los nigromantes recientemente
asesinados. Así nacieron los Caballeros de la muerte.
Orgrim Doomhammer estaba complacido con esos Caballeros de la muerte, ya
que aunque los espíritus del Consejo de la sombra me eran leales
fingieron aliarse con el Señor de la Guerra. Orgrim estaba muy
satisfecho con el resultado y me permitió continuar con mis propios asuntos.
Seré paciente y esperaré el momento oportuno, pretenderé ser un siervo
fiel hasta que llegue la hora de enseñarle a ese presuntuoso y
alborotador advenedizo quién es el más grande de los dos. Mi intención
de descubrir la Tumba de Sargeras sigue en pie. Me he reunido con el
clan de los Stormreaver para que me apoyen cuando llegue la hora de que
Orgrim pague por sus insolentes crímenes contra mí?
Ese día está cerca y Doomhammer no sabe qué clase de terrores le aguardan,
pues yo soy Gul'dan?
Soy la Oscuridad encarnada...
No seré repudiado.
Criptoglifos draenei.
Desde la eternidad de las sombras, en el Torbellino del Vacío,
Kil´jaeden el Embaucador observa con perversa sonrisa un pequeño mundo
que, inocente, flota en el espacio. El astuto demonio está planeando su
silenciosa invasión. Una invasión de las conciencias. Kil'jaeden sabe
que necesita despertar una nueva fuerza que destruya todo a su paso
antes de que la Legión ponga el primer pie sobre el mundo. Igual que
cientos de mundos antes, Draenor sería el siguiente objetivo de la
Legión. Si las razas mortales se veían obligadas a combatir en una nueva
guerra, deberían estar lo suficientemente débiles como para resistir
cuando la verdadera invasión iniciara.
Kil´jaeden había descubierto el pacífico mundo de Draenor, en la gran
inmensidad de la oscuridad más allá. A diferencia de los violentos
métodos de Archimonde y Mannoroth, Kil?jaeden era más sagaz y astuto, y
prefería lograr la conquista de los mundos mediante el engaño. Su método
era sencillo: descubrir las ambiciones y bajos instintos de sus
víctimas, e inflamarlos para su beneficio.
Draenor estaba habitado por varias razas tan distintas como
impresionantes. Los draenei, una raza pacífica, habían desarrollado una
civilización culturalmente más adelantada que el resto, con el
descubrimiento de la agricultura y los rituales mortuorios. La otra
raza, los orcos, creían firmemente en los principios elementales de la
naturaleza, y su cultura se basaba en las enseñanzas del chamanismo, la
cual prodigaba la comunión estrecha con los espíritus de la naturaleza.
Los orcos estaban organizados en clanes, dirigidos por un jefe, que no
es otro que el más fuerte de todos los guerreros, y un chamán, quien
desde su juventud ha sido entrenado y educado por un maestro. Sus
costumbres básicamente se basaban en la cacería y tenían un amplio
sentido del honor.
De las dos razas, Kil'jaeden escogió a los fuertes guerreros orcos
porque sus espíritus simplemente eran más susceptibles al mal y la
corrupción, y porque su biotipo favorecía la brutalidad de la guerra.
Dicen las historias, no podemos a ciencia cierta saberlo, que el demonio
habló al alma de un viejo chamán orco, llamado Ner?zhul, y le prometió
la eternidad y amplios poderes más allá de su imaginación. Ambos
hicieron un pacto de sangre. Bajo la dirección del astuto chamán, el
demonio inflamaría la guerra en el corazón de los clanes orcos. Con el
tiempo, la espiritual raza fue transformada en un pueblo sediento de
sangre. Se construyeron arenas para gladiadores, y los orcos comenzaron
a cazar a los draenei como si fueran animales. Solamente unos pocos
draenei, bajo el mando de uno de sus chamanes, Akama, habían logrado
sobrevivir dentro de algunas cuevas.
Entonces, Kil'jaeden urgió a Ner'zhul y a su pueblo de tomar el ultimo
paso: entregarse enteramente a la muerte y la guerra. Pero el viejo
chamán, sintiendo que su gente sería esclavizada para siempre, resistió
las órdenes del demonio.
Frustrado por la resistencia de Ner'zhul, Kil'jaeden decidió buscar otro
orco que llevara a su pueblo a las manos de la Legión. El persistente
demonio finalmente encontró el discípulo ideal en el ambicioso aprendiz
de Ner´zhul, Gul?dan. Kil'jaeden prometió a Gul'dan poder ilimitado si
le era obediente. El joven orco, sediento de poder, se convirtió en un
bravo estudiante de la magia diabólica, y se transformó en el más
poderoso brujo conocido en la historia. Guiando a otros jóvenes orcos a
olvidar las tradiciones chamanísticas y abrazar las artes mágicas,
Gul´dan les mostró una nuevo tipo de magia a sus hermanos, un terrible
poder que los llevaría a la perdición: la brujería y la nigromancia.
Kil'jaeden, viendo que su trampa sobre los orcos había funcionado, ayudó
a Gul'dan a fundar el Concejo de las Sombras, una secta secreta que
manipulaba a los clanes y extendería el uso de la brujería en todo
Draenor. Mientras más orcos practicaban las artes mágicas de los brujos,
los gentiles campos de Draenor se volvieron negros e infestados. Con el
tiempo, las vastas praderas de que fueron hogar de los orcos por
generaciones, se convirtieron en barro y aceite. Las energías demoníacas
lentamente habían matado al pequeño mundo.
APOGEO DE LA HORDA
Las historias de batallas y victorias siempre son recordadas, y en el
pasado, se han levantado líderes que con cada asalto documentan el
pasado. A pesar de ser líderes en guerra, estos jefes han demostrado
poca acción con las palabras escritas. ?Thok contar interesante
historia. Ellos hicieron caer mi, pero mi bien. Mi encontrar muchas
cosas buenas para comer. Nosotros encontrar villa. Nosotros matarlos y
comer su comida. Thok detenerse ahora. Cabeza duele de escribir?. El
hecho es que yo soy mitad orca, con linaje humano, lo que combinado con
las habilidades y las enseñanzas que he adquirido durante mis viajes, me
ha permitido adquirir este elevado puesto. Como jefe de intérpretes del
Concejo de las Sombras, el deber de preservar los acontecimientos de
nuestra conquista de este mundo y la eventual cruzada en la nueva
tierra, ha caído sobre mis hombros. Yo, Garona, les escribo esta historia?
Nuestras reglas de vida son sencillas: solamente el más fuerte
sobrevive. Una decisiva victoria en batalla eleva al comandante y a sus
guerreros a un lugar de honor y control. Pero mientras más alta la
distinción, más dura la caída. Nuestro destino concerniente a la
dominación sobre estas tierras ha sido ampliamente predicho por los
místicos de los clanes por cientos de años. Muchas eras han pasado bajo
el asalto de nuestras fuerzas, causando dolor y oscuridad a nuestro
paso. Escondiéndonos en bosques o entre las rocas que miran al mar,
nuestros ejércitos han destruido la patética resistencia que nuestros
enemigos pueden ofrecer. Sus tropas mueren con cada asalto y cubren los
campos, porque nosotros no tomamos prisioneros. Usando los poderes de
nuestros brujos y nigromantes, ni siquiera el más poderoso de nuestros
rivales puede permanecer de pie ante nuestro asalto. Uno por uno
nuestros enemigos caen, y nosotros somos más fuertes con cada victoria.
Con el tiempo, subyugando a todo el que se oponga a nuestro poder, y
esclavizando a las razas más débiles para usarlas a nuestro placer,
conquistamos a la naturaleza y las criaturas, para alcanzar el pináculo
de nuestro apogeo.
Sin embargo, los orcos se volvían cada vez más agresivos bajo nuestro
secreto control. Se construyeron masivas arenas donde saciaban sus
deseos guerreros en ensayos de combate a muerte. Durante este periodo,
unos pocos jefes de clanes hablaron en contra de la creciente
depravación de su raza. Uno de estos jefes, Durotan del Clan de los
Lobos de Hielo, advirtió que los orcos se destruirían a si mismos en una
orgía de odio y furia. Sus palabras cayeron en oídos sordos, y jefes más
fuertes como Grom Hellscream del Clan Warsong se elevaron como campeones
de una nueva era de guerra y dominio. Pero las décadas de constantes
luchas entre los clanes han servido para dividir nuestra raza contra
nosotros mismos. Algunas facciones luchan por el dominio de los clanes.
Sus insulsos argumentos se han vuelto un conflicto armado, y han tornado
a los clanes en una guerra interna por la necesidad de destrucción que
consume nuestra sangre. Si no existían tierras que tomar a los enemigos,
entonces tomábamos las de nuestros hermanos.
El único clan que ignoró estos juegos de poder fueron los brujos.
Recluidos en sus torres, ellos decían que un peligro estaba presente.
Aunque a los nigromantes complacían estas batallas fraticidas que
poblaban la tierra y el inframundo con ríos de sangre, los brujos temían
que ningún orco lograra sobrevivir. Ellos se ocupaban de mantener el
delicado balance que mantenía el control de sus poderes y se dedicaban a
trabajar en su magia. Para mantener este equilibrio, las hordas orcas
necesitarían de nuevas batallas contra un enemigo común. Fue durante
este breve periodo en que tuvimos noticia de la existencia de una
pequeña hendidura interdimensional. Muchos años han pasado los brujos
estudiando estos misterios. Son incontables los numerosos ensayos y
pruebas para llegar a la conclusión de que este fenómeno puede funcionar
como un portal si logra ser dominado. Los brujos orcos empezaron a
experimentar en él, haciéndolo cada vez más estable. Eventualmente,
fueron hábiles de crear un pequeño portal, suficientemente grande como
para enviar a uno de sus clanes del otro lado.
Las historias con que estos sujetos regresaron nos tenían casi
convencidos de que la experiencia que habían dejado atrás los había
enloquecido, pero las extrañas y desconocidas plantas que trajeron era
evidencia segura de sus palabras. Esto motivó a la secta a convocar a
los líderes más poderes de los divididos clanes y proponerles un cese de
la guerra por un año. Al final de este tiempo, la secta les prometió el
chance de reunirse para atacar un nuevo mundo.
Al cabo de tres meses, se envió un pequeño destacamento de tropas sobre
el nuevo mundo. Un círculo azul de energía, de la altura de dos orcos y
medio, dibujado delicadamente sobre una colina, fue del agrado de los
jefes de los clanes. Siete guerreros entraron en el portal y volvieron
con reportes detallados de las tierras y las criaturas que encontraron
del otro lado. Conforme los brujos empezaron sus encantamientos para
agrandar el portal, un sonido empezó ? lentamente al principio - a
escucharse como el aullido de un lobo negro durante una noche de una
luna sangrienta. Cuando el sonido era casi insoportable, los guerreros
se colocaron sobre el círculo, ahora vivo con miles de colores brillando
en una danza cósmica?
El saqueo de la villa fue muy simple, es más difícil narrarlo. Un grupo
de extraños e indefensos edificios fue el primer signo de que una
verdadera oposición no sería encontrada. El cielo es luminoso y el sol
de este mundo se eleva sobre las colinas. Es un disco amarillo luminoso
dos veces más brillante que el nuestro, y hace los días extremadamente
calientes. Ser una pequeña rata debe ser mucho más que pertenecer a la
raza que domina este mundo. Pequeños, rosados y con músculos flácidos
son estas criaturas. Los guerreros discuten entre ellos que, si estos
son los defensores de este mundo, la victoria era solamente cosa de
momentos. Saliendo de sus escondites, atacaron la villa y asesinaron
todo lo que encontraron a su paso. Los machos ofrecieron alguna
resistencia, pero las mujeres y los niños fueron fáciles de matar. Sus
casas tenían pocas cosas de valor, pero estaban repletas de grano
fresco, y además mostraron ser excelentes para dar de comer a las
antorchas. Este nuevo mundo, vasto y extenso, con débiles protectores,
probó ser una joya para adherir a la corona de los orcos.
Con el tiempo, hemos aprendido mucho de este nuevo dominio, y de quienes
los habitan. Aunque son difíciles de entender en muchas formas, ellos
han probado tener algunas similitudes con nosotros. Un golpe fuerte en
la cabeza resulta en muerte. Sin comida se extinguen. El dolor les
afecta en la misma forma que a nuestros enemigos, y ha demostrado ser
efectivo para obtener información. El nombre de este lugar es Azeroth, y
sus habitantes son llamados ?humanos?. Con el tiempo, más y más
guerreros han cruzado el portal hacia Azeroth. Algunos han llamado a
tomar el castillo cercano a la villa que destruimos, pero la presencia
de unos seres de piel plateada y metálica llamados ?caballeros? ha
demostrado tener mayor resistencia a nuestros asaltos. Muchos han
llamado a cerrar el portal, mientras que otras facciones pugnaban por
hacer un ataque contra los humanos con todas nuestras fuerzas.
Los clanes orcos estaban listos, pero se necesitaba una última prueba de
lealtad ante nuestros oscuros amos. En secreto, el Concejo de las
Sombras invocó a Mannoroth el Destructor, un poderoso demonio que
encarna la destrucción y la ira. Nuestro gran líder brujo, Gul´dan,
llamó a los jefes de los clanes y los convenció de beber la ira de la
sangre de Mannoroth, con lo que se volverían invencibles. Liderados por
Grom Hellscream, todos los jefes, excepto Durotan, bebieron y se
convirtieron en esclavos de la Legión Ardiente. Con el poder de la ira
de Mannoroth, los jefes extendieron su subyugación a sus hermanos. Han
pasado 15 años desde que esta costosa decisión alteró el curso de
nuestro destino.
Consumidos por la maldición de su nueva sed de sangre, los orcos
descargaron su furia contra todos los que se interpusieron en su camino.
Sintiendo que su tiempo estaba cerca, Gul´dan unió a los clanes
guerreros en una simple e imparable HORDA. Sin embargo, era conocido que
varios jefes lucharían por la supremacía. Dentro de este caos, surgió un
orco que con astucia se ha atraído algunos seguidores. Con carismáticas
manipulaciones y el uso de palabras adecuadas ha hecho su voz más fuerte
conforme el tiempo pasa. Después de deshacerse de sus oponentes, pocos
pueden ofrecer oposición a sus planes, y la ley del Señor de la Guerra
Blackhand el Destructor, líder del clan Blackrock, cayó sobre nuestra
gente. Su crueldad y dominio en la batalla es solo superado por sus
ansias de poder. Ha estudiado que los principios por los que se rigen
las estrategias de los ejércitos humanos pueden ser derrotados. La
culminación de sus planes envuelve la unificación de todos los clanes y
ejércitos orcos, brujos y nigromantes en la eventual destrucción de la
raza humana.
La Horda está lista. Los orcos serán el gran arma de la Legión Ardiente.
La Edad del Caos había llegado finalmente.
EL CONSEJO DE LAS SOMBRAS
Como una fuerza elemental del caos y de la destrucción atravesamos como
rayos las tierras de los Draenei devastando todo lo que nos
encontrábamos al paso. No perdonamos una sola vida. Ningún edificio
quedó en pie. Las únicas muestras de su existencia eran los campos
empapados en sangre en que habían trabajado durante casi cinco mil años
y el olor rancio y acre de las enormes hogueras victoriosas que acabaron
con esos cuerpos jóvenes. Los Draenei eran tan débiles, que apenas
merecían el esfuerzo de nuestra batida. Pero, en el fondo, incluso
victorias tan simples como ésta sirven para poner en su sitio a los
inferiores?
Siempre ha sido así entre los de mi clase. Los poderosos pueden
manipular fácilmente los instintos salvajes y brutales de las masas. El
poder es la verdadera fuerza que dirige la gran máquina destructiva de
la Horda. Aquellos que se creen en posesión de esta fuerza rodean a sus
clanes con estandartes de violencia. Aunque sin un enemigo común,
incluso los líderes de los clanes orcos se vuelven ciegamente unos
contra otros. El hambre de destrucción prevalece entre los locos que
dirigen la Horda; el poder y sólo el poder es lo único que se respeta
sobre todas las cosas.
Yo soy Gul?dan, el más grande de todos los brujos e iniciado en el
séptimo círculo del Concejo Interior de las Sombras. Nadie conoce como
yo la oscura fascinación del poder definitivo.
En lo que se supone mi juventud, estudié las magias orcas con el chamán
tribal de mi clan. Mi talento natural para encauzar las energías
negativas y frías de la infla-dimensión oscura me situó de forma notable
por delante del otros aprendices y sé que incluso Ner?zhul, el más
grande de mis maestros, sintió celos de mí cuando mis habilidades crecieron.
Mis aspiraciones fueron creciendo por encima de las de mis semejantes y
maestros, ya que sabía que su visión estaba limitada por su devoción al
avance de la Horda. A mi no me importaba en absoluto ni la Horda ni sus
insignificantes dirigentes. No me importaba lo más mínimo este mundo que
dominábamos por completo. Tan sólo tenía en mente la oportunidad de
comprender los misterios laberínticos de la Gran oscuridad. Había
comenzado a explorar en secreto las energías mucho más allá de lo que
cualquiera de mis ?tutores? podría comprender jamás. Fue entonces cuando
descubrí la existencia de un inmenso poder: el demonio Kil?jaeden Me
admiraba su furia sin corazón. Presenciar esta energía tan asombrosa era
como ser engullido por un todo. En las fugaces y febriles pesadillas que
me provocó, toqué la esencia de lo que había en el Más Allá. Se formó
dentro de mí un ansia insondable, el deseo de manejar la furia de las
etéreas tormentas y salir ileso del corazón yaciente de los soles.
Bajo la tutela de Kil?jaeden, me di cuenta de lo limitado que había sido
mi entendimiento. Se me revelaron historias inimaginables de antiguas
razas de demonios y dimensiones mágicas esenciales. Comprendí que
existían mundos infinitos, dispersos en la oscuridad más allá del cielo,
mundos hacia los que dirigiría la Horda como sólo alguien de mi talento
podía hacerlo. Aunque permanecí con mi gente en el mundo oscuro y rojo
de los Draenei, pronto aprendí a proyectarme hacia las profundidades de
la infla-dimensión oscura, volviéndome casi loco por el caos susurrante
que contiene. Aunque podía significar mi muerte, me sentía
irresistiblemente atraído a continuar con mi estado hasta que finalmente
desligado de mi existencia corpórea, comprendí los susurros. Fue
entonces cuando hablé por primera vez con los muertos?
La devoción a los ancestros ha sido durante mucho tiempo el corazón de
la religión orca. Casi toda la Horda creía que nuestros ancestros
muertos nos observaban y guiaban desde las profundidades de algún reino
perdido del caos. Yo pensaba que esta noción era sólo un producto del
ritual y no de la realidad. En el interior de la infla-dimensión oscura
descubrí que los espíritus de los muertos permanecían flotando en
vientos astrales entre dos mundos. Entendí que vigilaban en silencio y
por siempre a los clanes con la esperanza de encontrar algún medio de
escape de ese tormento sin vida. Supe entonces que esos espíritus de la
muerte podrían ser una herramienta muy útil para aquél que los sometiese
a su voluntad.
Los años pasaron. Mi aprendizaje bajo Kil?jaeden me permitió convertirme
en un de los brujos más poderosos de los últimos tiempos y era respetado
como líder en la Horda, pero como siempre, empezaron a surgir tensiones
entre los clanes. La destrucción de los Draenei no dejó nada con que
alimentar a la gran bestia de la guerra. Después de siglos de violencia
y guerras, habíamos conquistado finalmente todo nuestro mundo. Sin
ningún enemigo más que aplastar y sin tierras que conquistar, los clanes
cayeron en un estado de total anarquía. Disputas sin importancia entre
los clanes terminaron en batallas en campo abierto y a derramamientos de
sangre masivos. Aquellos líderes que intentaban asumir la posición de
señores eran asesinados por las legiones hambrientas de la despiadada
Horda. Supe que era el momento de reclamar el manto de poder que durante
tanto tiempo se me había negado.
Pronto reuní a los pocos brujos que habían mostrado una chispa de pasión
y habían intentado acabar con las insignificantes peleas entre clanes.
Les enseñé el significado de la muerte, guiándolos en rituales secretos
y enseñándolos a comunicarse con los espíritus de la infla-dimensión
oscura. Aquellos que fueron incapaces de canalizar la energía fueron
destruidos. Tiempo después se forjó un pacto entre los miembros de
nuestro círculo y aquellos espíritus oscuros cuya energía habíamos
aprendido a invocar. Utilizaría mi posición entre los brujos para
moldear los pensamientos de otros mientras que, cubiertos por un velo de
secreto, ellos serían inmunes a los caprichos de las masas sedientas de
sangre. Y fue así como se creo el Consejo de la sombra.
Pocos meses después, el Consejo de la sombra tenía en sus manos todos
los asuntos políticos de importancia dentro de la Horda. No ocurría nada
en la Horda de lo que no estuviésemos al tanto y muchos acontecimientos
tuvieron lugar por designio nuestro, realizados con tal astucia que ni
los líderes de los clanes se daban cuenta de nuestras manipulaciones.
Antes de medio año, habíamos asumido casi todo el control de los asuntos
internos de la Horda. Pero más allá de nuestras secretas maquinaciones
surgía amenazante la silenciosa y ominosa sombra del demonio Kil?jaeden.
Con la intención de ampliar nuestros recursos mágicos abrí una escuela
de disciplinas mágicas que se conoció como Nigromancia. Comenzamos a
entrenar a jóvenes brujos en los misterios arcanos de la vida y la
muerte. De nuevo y con el tiempo, bajo la mirada del demonio Kil?jaeden,
estos nuevos necrólitas adquirieron, tras indagar en las artes oscuras,
el poder para animar y controlar los cuerpos de muertos recientes. Cada
victoria, cada éxito, me conducía a un vacío que no podía llenar. Empecé
a darme cuenta que el Consejo de la sombra sólo servía para mis
propósitos hasta cierto punto y que si quería convertirme en el
verdadero heraldo de nuestro destino necesitaría un poder aún mayor.
LOS MAESTROS DE LAS FUERZAS: MEDIVH Y BLACKHAND
Las cosas iban bien dentro de la Horda. Aunque el Consejo de la sombra
pacificaba los clanes guerreros con la promesa de escapar del mundo de
los muertos, sabía que este nuevo orden, como había ocurrido con la
guerra contra los Draenei, sólo supondría un breve respiro si no
encontrábamos nuevas tierras que conquistar. Mis pensamientos al
respecto fueron interrumpidos una noche a altas horas cuando fui
sorprendido por unos gritos que venían de la Torre de los brujos. Cuando
llegué encontré a muchos aprendices sumidos en un profundo trance, sus
rostros estaban desfigurados por máscaras de dolor. Los brujos, a
quienes interrogué, sólo pudieron decirme que habían sentido una
presencia inexplicable en sus sueños. Regresé a mi fortaleza intrigado
profundamente; fuera lo que fuese, lo que había contactado con los
brujos no había intentado alcanzarme.
Busqué el consejo de Kil?jaeden sobre esta presencia. También él había
sido alcanzado por esta energía, una energía que estaba más allá de
cualquier experiencia que hubiese experimentado antes. Ya fuese porque
la imagen de la fuerza era tan asombrosa que incluso podía asustar a
este peligroso demonio o sólo por mi propia aprensión, me adentré sin
ningún objetivo en la infla-dimensión oscura durante lo que me pareció
una eternidad.
Fue durante este vuelo febril cuando la presencia entró finalmente en
contacto conmigo. Irradiaba una energía impensable, pero carecía del
frío control que ostentaba Kil?jaeden. Mis sentidos parecían haber
dominado el temor que me había rodeado y empecé a razonar y a hacer
cálculos. Sabía que si podía adivinar los deseos de esta fuerza, a pesar
de su poder, podría utilizarla para mis propios fines. La presencia se
presentó como Medivh, un hechicero de un mundo lejano y distante. No nos
comunicamos mediante palabras sino mentalmente. Su mente parecía no
estar atada a nada, pero sus pensamientos se movían tan rápidamente que
era muy difícil aprender nada de él. Sabía que mientras tanto me estaba
probando y cada vez conocía mejor a los orcos y nuestra magia. Nunca
podría aprender de él lo que él de mí, así que rompí pronto el contacto.
Busqué el consejo de Kil?jaeden, pero rehusó a contestar a mis
preguntas. De alguna forma comprendí que había abandonado a sus
discípulos porque estaba asustado del tal Medivh. Empecé a dudar de
nuevo de mis habilidades. ¿Podía yo contener a un ser que podía
intimidar a mi propio maestro? Seguí aventurándome en el interior de la
infla-dimensión oscura durante varias semanas para olvidarme de todos
los acontecimientos que me habían hecho dudar de mí. Entonces, una
noche, Medivh se me apareció en sueños?
Me temes porque no puedes comprenderme. Conoce mi mundo y entenderás tu
miedo. Entonces no me temerás más?
No tenía poder para resistir lo que vino después:
?enormes páramos?
?pantanos oscuros, hirvientes de vida?
?campos interminables de hierba esmeralda?
?bosques de árboles gigantescos?
?tierras agrícolas con ricas cosechas?
?pueblos de gente orgullosa y fuerte?
Las imágenes pasaban una tras otra, demasiado rápidas para poder
comprenderlas. Y entonces? algo. Una imagen rápida despertó un ansia
dentro de mi alma?
?enterrado en las profundidades del océano, en la oscuridad y hecho
pedazos, pero respirando aún?
?todavía con sangre de la misma tierra corriendo por sus venas?
?una antigua energía?
?milenaria y terrible?
Me desperté. Y mi conciencia supo que todo el sueño había sido real.
Medivh me había mostrado las maravillas de su mundo, sabiendo que la
Horda no se quedaría tranquila hasta que ese mundo fuese nuestro?
Me reuní con los miembros del Consejo de la sombra para hablar de las
visiones que había tenido. Aunque se debatió mucho sobre las verdaderas
intenciones de Medivh, informé al Consejo que pronto dispondríamos de
una forma de escapar de nuestro mundo. Buscaría la ayuda de Medivh para
encontrar una forma de llegar a su mundo y entonces subyugaríamos su
raza tal y como habíamos hecho con todas las demás que se habían
interpuesto en nuestro camino. Aunque se había aparecido a muchos brujos
con esas imágenes de un mundo nuevo y fértil acordamos mantener este
enigmático mensaje en secreto. Aquellos brujos que no estaban en el
Consejo y que habían tenido las visiones fueron asesinados, ya que si el
secreto se hacía público antes de que estuviesen listos los
preparativos, la Horda se dividiría. Pasaron semanas sin saber de
Medivh. Mis intentos de contactar con él no dieron resultado. Era como
si hubiese eliminado todo rastro de sí mismo en la infla-dimensión
oscura. Algunos
miembros del Consejo abandonaron toda esperanza en el regreso del hechicero.
Entonces apareció la grieta?
Pasó mucho tiempo antes de que la grieta fuese lo suficientemente grande
como para enviar un gran número de orcos. Los primeros exploradores
regresaron casi locos por completo por lo que habían visto. Estos
primeros fracasos no nos detuvieron, y tras posteriores expediciones
quedó confirmado que el mundo que se abría tras la grieta era similar al
retratado en nuestras visiones. Combinando los poderes de los brujos de
los clanes con los del Consejo de la sombra conseguimos ampliar la
misteriosa grieta hasta crear un portal. Enviamos a numerosos orcos a
esa tierra desconocida a través del portal y se construyó rápidamente un
puesto fronterizo al otro lado. Se encomendó a los exploradores orcos
que inspeccionaran los alrededores.
Los agentes del Consejo de la sombra informaron que los habitantes de
ese mundo se llamaban humanos y que sus tierras se conocían por Azeroth.
Descubrimos que esos humanos eran una raza débil que cultivaban las
tierras y vivían pacíficamente. Temí que no fueran un desafío mayor que
los Draenei, y que no aplacaran el hambre de la máquina de guerra orca
por mucho tiempo. Los líderes de los clanes, fueron dominados
rápidamente por su ansia de sangre y guerra y estuvieron de acuerdo en
que había llegado la hora de dejar este mundo agonizante y reclamar los
dominios de Azeroth.
Mientras el Consejo de la sombra vigilaba de cerca los trabajos de la
Horda, las masas veían a los líderes de sus clanes como grandes
comandantes. Entre ellos sobresalían dos, respetados y temidos todos los
clanes, Cho?gall, ogro del clan Twilight Hammer y miembro del Concejo de
las Sombras, y Kilrogg Ojo Tuerto, del clan del Bleeding Hollow. Se
esperaba que estos poderosos líderes dirigieran a la Horda a una rápida
y salvaje victoria sobre los humanos. Así, mientras la Horda se
trasladaba a Azeroth a través de la grieta, Cho?gall y Kilrogg
comenzaron a planear su estrategia contra la fortaleza humana de Stormwind.
El ataque a Stormwind fue catastrófico. Nuestro ejército, que no
esperaba encontrarse mucha resistencia, atacó precipitadamente la
fortaleza enemiga. Sorprendentemente, los soldados humanos mantuvieron a
raya a nuestras fuerzas. Entonces sus indisciplinados guerreros montaron
vigorosas bestias arrasando a nuestras tropas y forzándolas a retroceder
hasta las ciénagas que había junto al puesto fronterizo, donde estaba el
portal; sólo invocando un manto de niebla de la sombra fueron capaces de
escapar. Esta decisiva y humillante derrota sembró el caos en la Horda.
Cho?gall y Kilrogg se culpaban el uno al otro y los orcos se dividieron
rápidamente en dos bandos, cada uno apoyando a un líder. El Consejo de
la sombra buscó desesperadamente un remedio a la violencia que iba a
desatarse, pero la inestable naturaleza de los orcos hizo difícil apelar
a la razón o a la sabiduría. Me di cuenta de que la Horda necesitaba un
líder fuerte que pudiera unificar los clanes bajo su control y
mantenerlos a raya. Fue entonces cuando oí hablar por primera vez de
Blackhand el Destructor?
Blackhand, líder del joven clan de los Blackrock y guerrero del ejército
de Sythegore, era respetado por la mayoría de los orcos de la Horda y
más importante aún, era extremadamente codicioso, por lo que se le podía
sobornar fácilmente. Con la ayuda del Consejo de la sombra puse al ávido
Blackhand en el trono como Señor de la Guerra, y hay que reconocer que
fue un dictador despiadado que supo ganarse el respeto y el temor de sus
guerreros. Mientras la Horda se recobraba bajo su mando y los demás
líderes consentían ser controlados por él, era yo el que dirigía todo
sobornando y chantajeando a Blackhand.
Con la ascensión de Blackhand a Señor de la Guerra, el orden se restauró
en la Horda y el semblante de Medivh me visitó de nuevo. Parecía
controlar mejor sus poderes, pero no su mente. Medivh me ofreció toda
clase de tesoros y baratijas para que la Horda destruyera el reino de
Azeroth y le convirtiese en jefe de los habitantes que sobreviviesen. Le
aseguré que su mundo sería nuestro en cuanto quisiésemos y que no tenía
nada que pudiese inducir a la Horda a seguir sus indicaciones. Con una
mueca de desprecio en su rostro me mostró la imagen de una antigua tumba
en la que estaba grabado el nombre del Señor de los infiernos, Sargeras.
¡La tumba de Sargeras! ¡El Señor de los infiernos que había instruido a
mi propio mentor, Kil?jaeden, estaba encerrado es ese minúsculo y
patético mundo! El destino me había elegido a mí y había puesto una mano
sobre mi hombro. Kil?jaeden me había dicho que esa tumba perdida
contenía el poder absoluto, el suficiente para que el que pudiese
controlarlo se convirtiese en un semidiós. Medivh me prometió que me
daría la localización de la tumba si la Horda destruía a sus enemigos? Y
empezó la guerra contra el reino de Azeroth.
LA PRIMERA GUERRA DE LA ASCENSION DE LOS ORCOS
Nos quedamos con las tierras de Azeroth y arrasamos a todos los humanos
con los que nos encontramos. Mi asesina privada, la medio orca Garona,
ejecutó al rey Llane, líder de Azeroth, y me trajo su corazón. Aunque la
horda dominaba Azeroth y a los patéticos gusanos que lo defendían, mis
planes se encontraron con grandes impedimentos.
Un pequeño grupo de guerreros humanos había irrumpido en la torre de
Medivh y entablado combate abierto con el loco hechicero. Mientras su
cuerpo estaba siendo atravesado y despedazado por las espadas de
Azeroth, Medivh empezó a transmitir ondas traumáticas por el plano
astral que hicieron añicos con facilidad mis formidables defensas.
Intenté llegar a la mente del hechicero y robarle la localización de la
tumba, pero no pude hacerme con ella. Medivh fue asesinado por los
habitantes de Azeroth en ese momento y, al estar dentro de su mente en
el instante de su muerte temporal, sufrí una sacudida psíquica y entré
en estado catatónico.
Dormí durante semanas como si estuviese muerto, celosamente protegido
por mis brujos fieles. Cuando finalmente me levanté, me informaron de
los cambios que habían tenido lugar en las altas esferas de la Horda.
Blackhand había sido asesinado. Sin mis magias y mi consejo para
ayudarle, Blackhand cayó preso de un ataque sorpresa organizado por uno
de sus generales más poderosos y de su mayor confianza, Orgrim
Doomhammer. Orgrim consolidó rápidamente su poder dentro de la Horda,
justificando el asesinato de Blackhand con falsos testimonios que le
ayudaron a afirmar la incompetencia del Destructor como Señor de la Guerra.
Parecía que los designios del destino me habían asestado un duro golpe.
Orgrim se propuso destapar las maquinaciones internas de la Horda, sin
dejar piedra sin remover. Con el tiempo, sus espías capturaron a mi
sirviente Garona y tras una intensa tortura, reveló agónica la
existencia y localización del Consejo de la sombra. Resultó ser más
débil de lo que esperaba.
Al sospechar que el Consejo de la sombra era una amenaza para el control
de la Horda, Doomhammer dirigió a sus jinetes de lobos en un ataque
sorpresa contra mi fortín cerca de las ruinas de la fortaleza de
Stormwind. El asalto de Orgrim nos cogió desprevenidos, por lo que
mantuvimos alejada a la Horda sólo hasta que duró la magia. Como no
teníamos tiempo de reponer o completar las energías, caímos ante la
furia de Orgrim, que se alzó victorioso. Los supervivientes fueron
tachados de traidores a la Horda y las ejecuciones públicas debilitaron
mucho mi posición, fortaleciendo la suya?
Me llevaron ante Orgrim y me interrogaron largamente sobre mi
participación en el Consejo de la sombra. Como estaba muy debilitado por
la sacudida de la muerte de Medivh y por las energías que había gastado
durante la batalla, me di cuenta de que no podía ni amenazar ni dañar al
Señor de la Guerra. Orgrim me dejó claro que la Horda estaba bajo su
control y que él no era tan fácil de dominar como su antecesor. El
brillo en sus ojos y el acero de su cinto me revelaron sus intenciones,
pero no podía derrotarme tan fácilmente. Mientras levantaba su mano le
recordé que con la muerte de los brujos yo era el último hechicero
verdadero dentro de la Horda. Orgrim, imprudente tras la victoria, pensó
que tal vez podía serle útil y accedió a dejarme con vida, debido a su
magnánima gracia. Me prometí en silencio que un día se llevaría esas
palabras a la tumba.
Aunque sus sospechas hacia mí nunca desaparecieron del todo, logré
convencerle de que los guerreros estaban intentando unirse a los hijos
de Blackhand con la idea de revelarse contra él. Aunque esto era falso,
Orgrim ya sospechaba de Rend y Maim, así que desmanteló a los jinetes de
lobos, enviándolos a diversas secciones de las fuerzas orcas. Para
demostrarle mi ?lealtad? hacia Orgrim y la Horda, le prometí crear una
hueste de jinetes inmortales que le fueran completamente leales. Aunque
Doomhammer no confiaba del todo en mí, la idea lo atrajo lo suficiente y
me permitió recluirme para crear la nueva legión.
Incluso con la ayuda de mis nigromantes, fracasé repetidamente en el
intento de conseguir esa fuerza inmortal. Fallos y debilidades fueron
todo lo que esos subordinados podían ofrecerme hasta que sentí que,
aunque sus espíritus eran poderosos, su carne era débil. Los convoqué en
una gran construcción de madera de hierro y raíces negras donde mediante
magia negra me apoderé de las vidas de cada uno de ellos. En el
sangriento despertar de sus ejecuciones, los nigromantes fueron mi creación
perfecta de sirvientes inmortales.
Utilizando los pocos recursos que aún controlaba dentro de la Horda
conseguí muchos de los cuerpos de los caballeros de Azeroth que llevaban
ya tiempo muertos. En estas formas retorcidas y decadentes instalé la
esencia de los miembros más poderosos del Consejo de la sombra, que
estaban deseando regresar al plano mortal para causar estragos y desatar
el terror una vez más. Proporcioné a cada uno de los jinetes oscuros una
vara enjoyada para que pudieran concentrar mejor los poderes
infraterrenales que esgrimirían. En el interior de esas joyas anidaban
la magia esencial y la nigromancia de los nigromantes recientemente
asesinados. Así nacieron los Caballeros de la muerte.
Orgrim Doomhammer estaba complacido con esos Caballeros de la muerte, ya
que aunque los espíritus del Consejo de la sombra me eran leales
fingieron aliarse con el Señor de la Guerra. Orgrim estaba muy
satisfecho con el resultado y me permitió continuar con mis propios asuntos.
Seré paciente y esperaré el momento oportuno, pretenderé ser un siervo
fiel hasta que llegue la hora de enseñarle a ese presuntuoso y
alborotador advenedizo quién es el más grande de los dos. Mi intención
de descubrir la Tumba de Sargeras sigue en pie. Me he reunido con el
clan de los Stormreaver para que me apoyen cuando llegue la hora de que
Orgrim pague por sus insolentes crímenes contra mí?
Ese día está cerca y Doomhammer no sabe qué clase de terrores le aguardan,
pues yo soy Gul'dan?
Soy la Oscuridad encarnada...
No seré repudiado.
Abaddon- Admin
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Fecha de inscripción : 16/04/2013
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